Si Jorge Luis Borges estuviera vivo y fuera mexicano, ¿pondríamos en duda su mexicanismo sólo porque no diera un clavo por la selección nacional? Seguramente no. Como no lo hicimos en el pasado con antifutboleros del tamaño de Diego Rivera, Siqueiros y Octavio Paz, ni en el presente con dos de los intelectuales más importantes de nuestro país: Fuentes y Monsiváis. Ninguno de ellos le ha dedicado a la Selección Nacional, a la de ahora y la que sea, un espacio que vaya más allá de la sobremesa. Ninguno ha recibido jamás una crítica al respecto. Y no tendrían porqué, ni ellos ni cualquier otra persona así sea escritor, comentarista deportivo, taxista o mesero. Porque apoyar a la selección nacional o no apoyarla, alegrarte de que gane o ponerte feliz porque pierde, no tiene nada que ver con ser un buen mexicano, entendiendo por eso de ser "buen mexicano" no la borregada de “ponerte la verde” o el folclor estúpido que consiste en escuchar mariachis y tomar tequila hasta reventar. Tampoco el darle un valor supremo a características que cualquier sociedad debe tener: “somos chambeadores, ingeniosos y ah, cómo nos gusta disfrutar a la familia”.
Ser buen mexicano comienza por ser un buen ciudadano, punto. Y va desde manejar sobrio, no porque existan alcoholímetros sino porque hacerlo en estado de ebriedad pone en peligro la vida de la gente que te rodea, hasta hacer fila donde se debe hacerla, no sobornar al policía de tránsito y pagar tus impuestos. Yo no cumplo cabalmente con los últimos dos. Ergo, no puedo presumir que soy un buen mexicano. Pero es por eso, que quede claro, y no por mi filiación hacia un equipo que más allá de todo sentimentalismo lo único que hace es enriquecer a las televisoras y distraernos como nada de cualquier tema realmente importante.
Me apasiono al ver a la Selección ganar. Me emociono cuando sale a jugar el primer partido de cada Copa del Mundo. Es más, en el Mundial pasado seguí todos sus partidos desde el lado más difícil: en las capitales de todos los países contra los que le tocó jugar (Teherán, Luanda y Lisboa). Pero si algún día me alegrara por verla perder, si en algún momento llegara a desear con todas mis fuerzas que no vaya al Mundial y que caiga con Bermuda, Kurdistán y Nepal eso no me haría ni más ni menos aficionado al futbol, ni más ni menos mexicano.
