26 mar 2014

Violencia en los estadios, más vieja que las barras



Por: Marco D.

Cada que ocurre un episodio como el del Estadio Jalisco, nos preguntamos si acaso hace falta que una persona pierda la vida para que los dueños de los equipos y las autoridades correspondientes tomen medidas serias y efectivas con las cuales erradicar, de una vez por todas, la violencia en los estadios del futbol mexicano. Un niño ahogado, pues, para tapar un pozo que, muchos dan por hecho, se cavó en Pachuca con la creación de las primeras “barras” de corte sudamericano.

Lo cierto es que la violencia en los estadios del futbol mexicano existe desde mucho antes que se formara la “Ultra Tuza” o cualquier otra barra que se nos ocurra, y que a lo largo de ese tiempo se ha cobrado cientos de víctimas, muchas de ellas mortales.

El primer acto de violencia dentro de un estadio sucedió en el desaparecido Parque Asturias en 1936, durante un partido en el que el equipo local y Necaxa definían al campeón de la temporada. Según las crónicas de la época, una decisión arbitral a favor del Asturias desató la furia de un grupo de necaxistas que le prendieron fuego a la tribuna de sol. Las llamas consumieron toda esa zona en menos de veinte minutos, y si todos los aficionados salieron con vida fue gracias a que la estructura del estadio era un esqueleto de madera de poca altura desde la cual era muy fácil descolgarse hacia la calle. Por cierto, no hubo consignados.

Tampoco los hubo el 26 de Mayo de 1985. Ese día once personas que asistieron a la final de vuelta entre Pumas y América en el Estadio Olímpico de CU, murieron asfixiadas en el túnel 29 cuando miles de fanáticos sin boleto intentaron ingresar por la fuerza- entiéndase de forma violenta, al estadio. Varias de las víctimas eran niños menores de doce años.

Pocos días antes de aquella tragedia, el estadio Coruco Díaz de Zacatepec vivió una batalla campal que debió haber encendido focos amarillos entre los dirigentes de la primera división, cosa que por supuesto no sucedió.

Fue durante el partido en el que Necaxa mandó a la segunda división al cuadro local, cuando cientos de seguidores “cañeros”, ahogados en aguardiente y armados con palos y piedras, invadieron la cancha para reventar a golpes a los futbolistas de ambos equipos. Afortunadamente éstos lograron refugiarse en el vestidor, donde estuvieron encerrados seis horas antes de ser rescatados por la policía municipal. El estadio, mientras tanto, fue objeto de todo tipo de destrozos; las porterías arrancadas, varios autos en las cercanías del estadio reducidos a chatarra, y ningún responsable que pagara por ello.

Treinta años más tarde, y en una época donde existe tecnología capaz de vigilar un alfiler dentro de un estadio con cien mil espectadores, la violencia en el futbol mexicano no ha logrado ser controlada. Lejos aún, empeora cada vez más.

En los últimos seis torneos de Liga y Copa hemos sido testigos de peleas multitudinarias y salvajes en las inmediaciones del Estadio Neza 86, el Volcán de Tigres, el Azteca, el Sergio León Chávez de Irapuato, el Azul de la colonia Nochebuena y el Olímpico de Ciudad Universitaria. También en las gradas del Tec de Monterrey, el Alfonso Lastras de San Luis, el Cuauhtémoc poblano y el Estadio Jalisco.

A esto hay que añadir los destrozos a los asientos del Estadio Hidalgo ocasionados por gente con la camiseta de Pumas, las pedradas con que en cualquier plaza se recibe a los camiones que transportan a la afición visitante y el pago de suelo que muchos comerciantes tienen que hacer a los líderes de las barras para que sus locales sean respetados. Tampoco podemos olvidar la invasión a la cancha del estadio Azul por parte de una barra cementera, y lo más lamentable de todo- el asesinato de un joven americanista en un paraje de la carretera México-Querétaro tras una riña entre aficionados de Gallos Blancos y América.

Todos estos hechos arrojaron cientos de detenidos, pero solamente el presunto agresor del aficionado americanista más cinco barbajanes que participaron en la golpiza a policías municipales en el Jalisco podrían recibir una condena en prisión. Los demás pasaron si acaso doce horas en un separo y ocho días después estaban de regreso en el estadio. Más barato, imposible.

Así pues podemos concluir que la enfermedad que produce la violencia en el futbol mexicano no son las barras, pues grupos de inadaptados que encuentran en un estadio el lugar perfecto para desahogar sus frustraciones los hay desde mucho antes que se pusiera de moda quitarse la camiseta y adoptar ridículos cánticos argentinos. 

La verdadera enfermedad es la impunidad.

Y visto de esa forma, más que preguntarnos cuánto tiempo pasará antes que haya un muerto en un estadio debería sorprendernos que en todos estos años se hayan dado tan pocos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cierto, he asistido a varios estadios de México y he podido comprobar que en todos existen individuos frustrados que quieren resolver su problema agrediendo a cualquier persona que no simpatice con sus colores. Y no solamente en la sección destinada a las barras, sino en cualquier zona e incluso fuera del estadio. En mi opinión, creo que una posible solución (entre muchas), es concientizar, a la afición acerca del daño que producen al deporte más hermoso del planeta.
Es lamentable que incluso hasta algunos responsables del sonido local (caso de Pachuca y Aguascalientes), traten de silenciar a aficionados visitantes, en lugar de mandar mensajes de no a la violencia al espectador en general. Existen varias propuestas, expongan la propia.

Fan dijo...

Querido Editor, un culpable más de todo esto son algunos de los patrocinadores, principalmente el alcohol, la venta de éste en los estadios debería de estar más controlada o en definitiva desaparecer, más porque los mexicanos no sabemos tomar, no nos tomamos para convivir sino tomamos las necesarias para empedar. Lovu.

Jorge Ramiro dijo...

Creo que si bien es cierto que violencia hubo en las sociedades en los ultimo años se ha acrecentado mucho mas. Si alguno logra conseguir pasajes con Lan Argentina a otro país, se va a dar cuenta las diferencias que hay a la hora de ver el futbol