"Al ser España un país de envidiosos,
todos
nuestros males vienen de haber sido tantas veces campeones."
Por: Juan Carlos Bracho
Se convirtió
en presidente de la institución cuando ésta no era ni una pizca de lo que ahora
representa. A su lado, los 28 años de Ferguson en el United resultan poca cosa.
Fue tan significativa su aportación, que aún a pesar de su resistencia, en 1955 el
Estadio de Chamartín cedió su nombre por
el suyo; y tras su muerte, la FIFA decretó tres años de luto en pleno Mundial
(Argentina 78). Así de importante fue Santiago Bernabéu.
La grandeza
de un líder se juzga por su legado, no por los logros que éste acumule. Bajo
ese juicio, Don Santiago fue grandísimo, pues la elegancia y el porte con el
que se manejaba, logro derramarse hasta el uniforme de cada uno de los
jugadores de la institución. Blanco puro que a la postre le ganaría el mote de
“merengues”, cada jugador que portaba esa playera pronto entendía que en el
Real Madrid se puede ganar o se puede perder, pero siempre de manera elegante. Claro
está, que siempre será más fácil derrochar clase en la victoria…
De ahí que a
todos los emblemas madridistas los ha destacado su elegancia y su porte en
aquellos momentos en los que un sin fin de estrellas del mundo del futbol han
doblado el carácter por el mundano reclamo. El último bastión de dicho legado
tiene las horas contadas dentro de la institución.
El vestidor
del Madrid volvió a quebrarse, y esta vez Mourihno no tuvo nada que ver.
Después de la derrota ante el Barcelona en la última edición del clásico
español, la prensa especializada publicó que las declaraciones de algunos
jugadores señalando como culpable a Undiano Mallenco, no cayó bien en un sector
del vestuario. Según la versión de la prensa española, el hasta entonces líder
del vestuario, Iker Casillas, pidió a sus compañeros hacer efectivo el legado
de Don Santiago y guardar la compostura en caso de que el resultado favoreciera
a los culés. Ni Cristiano Ronaldo, ni Sergio Ramos, ni Álvaro Arbeloa
respetaron las intenciones de Iker.
Todo apunta a
que Iker Casillas saldrá del Real Madrid pasado el Mundial de Brasil, de la
misma manera que lo hicieran Raúl González y Fernando Hierro en su momento, a
paso callado, por la puerta de atrás, mientras que en la puerta delantera
Florentino Pérez inaugura la nueva atracción veraniega rompiendo la venta de
playeras sin antes jugar un solo partido oficial.
Si el mundo
futbolístico (no sólo España) envidiaba al Madrid, no era por todos sus
campeonatos, era porque, aún sin ganarlos, el comportamiento de sus jugadores,
cuerpo técnico y dirigentes era el de unos perfectos caballeros.
Hoy, el Real
Madrid está por dejar ir la última pieza que el mundo puede envidiarle.
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