Por: Marco Dávila / Editor
Mucha gente no ha vivido, o ya se olvidó, lo intrascendente
que resulta un Mundial sin la participación de la selección nacional. Quizá por
ello cada vez más personas afirman que no calificar a Brasil es lo mejor que le
podría pasar al fubol mexicano. Y tienen toda la razón. Quedar fuera del
Mundial en el que supuestamente estábamos destinados a dar ese pasito que nos falta, es equiparable a un terremoto de 8 grados que obligaría a reconstruir la
estructura y manejo de nuestro futbol desde cero, tanto en la liga como en
sus selecciones nacionales.
Sería lo más sano, no cabe duda. Pero antes de darle la
espalda al Tri hay que hacerse una idea de lo que se siente vivir un Mundial
sin tu país, sobretodo para quienes nacieron después del traumático evento de los "Cachirules".
Lo primero que me viene a la mente son los Juegos Olímpicos
de Invierno. Todo mundo los conoce, pero a nadie le interesan. Acaso a los
familiares de los contados mexicanos que han competido en dicha justa- cómo
olvidar al esquiador chilango de ancestros austríacos y apellido de vampiro: Hubertus Von Hohenlohe.
De ahí en fuera no existe un Godínez que pida media tarde en la oficina para ver las
finales de esquí a campo traviesa. Tampoco hay alguien, ni entre los satelucos que
jugaban hockey en la pista de hielo de Lomas Verdes, que se compre una pantalla
plana de última tecnología para ver la semifinal olímpica entre rusos y
finlandeses. Y ni una sola persona que entienda el fucking curling. Nadie, pues, que se ponga un pedo descomunal para celebrar
que una pareja de patinaje artístico, él con blusa cubierta de
chaquira y ella con alitas de hada, obtuvo un 10 perfecto al son de “Titanic”.
Con el Mundial pasa todo lo contrario: alcohol desde las
8:00 am, abrazos tumultuarios, caras pintarrajeadas, renovación de la tele vieja y ambiente
de día feriado en la oficina.
Siempre y cuando, óiganlo bien, México logre
estar entre los 32 calificados.
De lo contrario tendremos que ver el Mundial como muerto de
hambre en vitrina de rosticería. Encima habremos de elegir algún equipo
y hacer como que realmente nos emocionan sus victorias (los dizque españolillos
que suelen rondar la fuente de Cibeles en la Roma cuando ganan Real Madrid o Barça no
cuentan). En mi caso pediría Australia porque es un país al que siempre he
querido ir, aunque de todo corazón quisiera no tener que llegar a ello.
El último Mundial sin selección mexicana fue tan desangelado
como cualquier edición de los Juegos de Invierno. Vamos, ni siquiera lo salvaron el desparpajo de los camerunenses y los deplantes de Maradona en la final. Además me dio por
irle a la URSS y “quedamos” fuera en la primera ronda.
Dios quiera y no tengamos que vivir otra Copa del Mundo en la
orfandad. Por más bien que pudiera hacerle al futbol mexicano y por más razones
que justifiquen divorciarse de una selección sobrevaluada, sobre-comercializada
y plagada de divas.
Semanas antes de la patada inicial en Sao Paulo voy a ser papá
por primera vez. Me hace mucha ilusión sentarme a ver los partidos con mi hijo recién nacido en los brazos. Y no pienso vestirlo con otra camiseta que no sea la de la selección mexicana.
5 comentarios:
reflexión elocuente y muy atinada; cierto nadie quiere que México no vaya al mundial (aunque no merecemos ir) el castigo sería ¡tremendo!
cierto pero la realidad es otra animo!!!!!!
Editor, muy buena reflexión. Siempre tan atinado lo que se publica aquí.
estaria bien que no se presentara. si no todo en la vida es futbol . ni amor . ni novelas. :)
Tienez razón, editor. Los morritos que nacieron después de los 90 y los treintañeros frustrados por USA 94 son los que están neceando con eso de que México no pase al Mundial, pero no tienen ni idea de lo que están diciendo. Felicidades por el bebé y ojalá ya escribas más seguido en tu blog; los demás colaboradores no la arman...
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