Por Damián García, colaborador
La contundencia americanista está de vuelta. |
— 20
puntos de diferencia —dijo uno que no reconocí.
— De
ventaja, ¿verdad? —preguntó, inquisidor,
Orvañanos.
— Pues
ni modo que estén empatados a 20 puntos de diferencia —grité yo a la tele.
El caso es que además de los
puntos, no recuerdo un clásico con más pánico y coraje que éste para el aficionado
de Guadalajara. Está, por nombrar uno, el de la era de Leo Beenhakker (jornada
11, 94/95). América llevaba 8 partidos invicto y entre ellos había goleado con
7 a Morelia, 8 a Correcaminos y 4 a Neza (jornadas 6, 8 y 10, ídem). El partido acabó 3-4 en el
Jalisco. Fue un partido memorable en el que anotaron Kalusha Bwalya, Ramón
Ramírez (2), Francois Omam Biyik, Daniel Guzmán, Luis Roberto Alves y para la
victoria americanista marcó un muchachito juvenil llamado Cuauhtémoc Blanco.
Hubo zafarrancho y todo.
El caso es que ese era un
equipo, América, que se perfilaba ya para ser uno de los mejores de la
historia. Un hito. El futbol total de Coapa. Antes de la abrupta salida de Leo
en la jornada 33, sólo perdió dos partidos y se anotó un par de goleadas más. Aun
así, Chivas aprovechó el traspié de la destitución y ganó el primer lugar de la
tabla. Había valor en esos muchachos. Como en el partido del Jalisco, perdieron
dando un gran espectáculo. Así jugaban al futbol. Un par de años más tarde (Invierno
96), la base de ese equipo ganaría a las Águilas 5 a 0, en ese mismo escenario,
como venganza. Es actualmente la mayor diferencia de goles actual en clásicos.
Hoy parece que las cosas están
para cambiar esa estadística. Al año natural cumplido (jornada 12, Apertura
2012) Guadalajara ha ganado seis partidos de treinta y seis. ¡En un año!
Mientras los de Miguel Herrera han ganado un campeonato, además de consolidarse
como el equipo a vencer en la liga. Lo del «Piojo» no es magia. Ha devuelto la
confianza, el orden y la furia a un equipo bueno que también pasó por pésimos
momentos antes de su llegada. Así juegan ahora al futbol. Lo que a Chivas le
falta es justamente eso, disciplina y entrega. Son a penas, lo dice todo mundo,
«chivas locas» corriendo por la cancha. Como hace muchos años. Lo natural sería
que América saltara a la cancha con hambre y coronara su momento con una
goleada en el Clásico Nacional. Ya se lo hizo a Pumas hace poco (jornada 8, Apertura
2013), con categoría.
El aficionado de Guadalajara puede
sentir pánico. Miedo. Como es natural, uno no querrá verles la cara a los
conocidos americanistas y mucho menos a los que son águilas de ocasión. Son
buenos tiempos para el «villa-melón» que no sabe la alineación completa de «su
equipo». Pero, queda la esperanza, ilusión complicada, de que Chivas recupere
este sábado su orgullo. Que los muchachos que han competido desde las juveniles
contra el «máximo rival» pongan algo de pasión y hagan un buen partido. Que lo
pierdan, pero en serio. O que lo empaten y lo celebren como si hubieran ganado
la copa (de la cual están fuera, por cierto) o que, de la nada, saquen una
victoria que los impulse a dejar este estado tan lamentable que ya lleva tres
torneos. Son veinte puntos de diferencia —sí, de ventaja, señor Orvañanos— y no
hay mejor escenario para la esperanza que en el que todo está perdido. Ganen o
pierdan, pero busquen revancha.
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