Por: Marco Dávila
En un partido de futbol pueden ocurrir cientos de cosas.
En un partido de futbol pueden ocurrir cientos de cosas.
La más improbable de ellas es el gol.
Me acuerdo del primero que anoté en mi larguísima carrera de futbolista amateur como
si hubiera sucedido hace 5 segundos: robé un balón en nuestra media
cancha y se lo pasé al crack del equipo. Él lo condujo por
toda la banda derecha y yo seguí su carrera por el centro del campo. Cuando llegó
a la línea de meta, cerca del banderín de córner, centró el balón a la
altura del manchón penal y yo lo prendí de bolea sin imaginarme todo lo que vendría después-
El vuelo en cámara lenta del portero hacia su lado derecho, la rotación del logotipo Adidas sobre una pelota semi-ovalada, el sonido metálico del poste, mis compañeros de primero de secundaria abalanzándose sobre mí y un árbitro mayor de 50 años preguntándome “Nombre y número”, a lo cual respondí entre mocos y lágrimas: “Marco Dávila, número cuatro”.
Han pasado 26 años desde entonces y sigo festejando cada gol con una emoción que
me desborda. Y no solamente me refiero a los ciento y pico de los que he sido
autor (tomando en cuenta los que he anotado en todo tipo de ligas y modalidades incluyendo "coladeritas" X-Box Live y “gol-para”) sino muchos que he visto en mi papel de aficionado.
Como jugador he besado el pedacito de pasto (o tierra para ser más preciso) desde el cual patee la pelota; le he pellizcado las nalgas al compañero que me
dio el pase de gol y he gritado “¡Soy una vergaaaaaaaaa!” sin tomar en cuenta que
entre las poquísimas personas que asisten a ver una "cáscara" sabatina casi
siempre hay mujeres y niños.
Como espectador me he abrazado con gente que no conozco bajo
una lluvia de orines, he sollozado como niño perdido al que acaban de encontrar
y he sentido dolores en el pecho que me hacen pensar en un infarto.
¿Y quién me ha reclamado algo? Nadie. Jamás. Ni siquiera las
poquísimas personas a quienes no les gusta este deporte.
Parecería, pues, que la conducta irracional provocada por un gol
es socialmente aceptada hasta por quienes se saben de memoria el Manual de
Carreño, más no así por los dinasourios que dirigen la FIFA y en consecuencia los directivos de la Femexfut.
Para ellos un gol no significa otra cosa que un futbolista
haciendo bien su chamba, por lo cual se les obliga a festejarlos con la misma rigidez
con la que un vendedor cierra un negocio o un dentista termina de tapar una
muela.
Queda estrictamente prohibido correr con el torso desnudo, mostrar una camiseta con alguna leyenda bajo el jersey oficial y colgarse de la alambrada que delimita la grada so pena de ser expulsado.
Ahora que si el festejo es un poco más atrevido, como el que protagonizaron Velarde de Pumas y Tejada de Toluca al tocarse los testículos frente a la hinchada del equipo rival, el castigo se convierte en una multa de $129,000 pesos. El argumento detrás de semejante sanción económica- "festejar un gol así puede incitar al público a cometer actos violentos...", resulta ilógico y poco efectivo además de mojigato.
Y es que si Decio de María y los demás federativos en verdad quieren erradicar la violencia de los estadios, deberían prohibir la venta de alcohol en los partidos, exigir circuito cerrado en las tribunas, negar la entrada a cualquier estadio del país a quienes hayan provocado algún acto violento, y finalmente asumir que la seguridad del público es una responsabilidad compartida entre los municipios o delegaciones, más los dueños de los equipos y la propia Femexfut.
Dejemos que los futbolistas celebren sus goles arrojando el zapato a la tribuna o regalándole una Biblia al portero rival, como lo hacía Toninho, aquel delantero brasileño del América a principios de los 90. Que se toquen las bolas y los pezones si así les nace.
Total, la forma en que un futbolista festeje su gol le hace muy poco daño al futbol.
La falta de inteligencia y sentido común de los federativos que lo manejan, sí.
Queda estrictamente prohibido correr con el torso desnudo, mostrar una camiseta con alguna leyenda bajo el jersey oficial y colgarse de la alambrada que delimita la grada so pena de ser expulsado.
Ahora que si el festejo es un poco más atrevido, como el que protagonizaron Velarde de Pumas y Tejada de Toluca al tocarse los testículos frente a la hinchada del equipo rival, el castigo se convierte en una multa de $129,000 pesos. El argumento detrás de semejante sanción económica- "festejar un gol así puede incitar al público a cometer actos violentos...", resulta ilógico y poco efectivo además de mojigato.
Y es que si Decio de María y los demás federativos en verdad quieren erradicar la violencia de los estadios, deberían prohibir la venta de alcohol en los partidos, exigir circuito cerrado en las tribunas, negar la entrada a cualquier estadio del país a quienes hayan provocado algún acto violento, y finalmente asumir que la seguridad del público es una responsabilidad compartida entre los municipios o delegaciones, más los dueños de los equipos y la propia Femexfut.
Dejemos que los futbolistas celebren sus goles arrojando el zapato a la tribuna o regalándole una Biblia al portero rival, como lo hacía Toninho, aquel delantero brasileño del América a principios de los 90. Que se toquen las bolas y los pezones si así les nace.
Total, la forma en que un futbolista festeje su gol le hace muy poco daño al futbol.
La falta de inteligencia y sentido común de los federativos que lo manejan, sí.
3 comentarios:
Bravo!! Bravo!! felicitaciones por este post, no quiero decir que el mejor que se haya publicado en este blog pero si, de los mejores!
Es verdad que los directivos y la federación, incluso la FIFA no debería de sancionar los festejos de gol por considerarlos una falta de respecto, es un triunfo de un jugador y cada quien le imprimé un sello personal, ahí está la libertad de expresión, o qué acaso un periodista no puede opinar sobre asuntos del país? bueno... no siempre, vaya país!! pero hablando de futbol y del post, felicidades!
Muy bueno, justo lo mismo de la NFL. ¿Qué importa cómo los festejen si los meten?
Mames, qué maravilla de post.
Abrazote, Marco Dávila, número cuatro.
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