DEDO

¿Se vale que el Capitán de la selección mexicana le haga una seña obscena al público?

Lo correcto en estos casos, lo esperado, es responder con un rotundo NO y argumentar que el Maza Rodríguez es un futbolista con experiencia en dos ligas europeas e igual número de Mundiales a cuestas, no un central de torneo sabatino donde los cortes de manga son parte del juego. Por lo tanto debería haberse contenido; debería haber soportado con estoicismo la media hora de abucheos y mentadas de madre del público en el Azteca. 

Sin embargo no lo hizo. Salió de la cancha tan caliente y frustrado como el resto de los seleccionados pero a diferencia de ellos, que habrán desahogado su encabronamiento dándole una patada al locker o pegándole un par de gritos a su representante, el Maza lo hizo "pintándole dedo" a la tribuna.

No conforme con escandalizar a muchos Torquemadas del periodismo deportivo, dicho gesto también ha provocado que las odiosas turbas de las redes sociales le exijan una disculpa pública y el gafete de capitán, cuando no la renuncia definitiva a la selección mexicana. 

Mal por ellos, porque la reacción del Maza, aunque incorrecta, es perfectamente comprensible y muy poco condenable.

Comencemos por lo primero. 

Por más que la publicidad y la televisión eleven a los futbolistas profesionales al nivel de semidioses, éstos son personas tan normales como uno con la única diferencia que mientras ellos poseen una habilidad extraordinaria para jugar futbol, la mayoría de los "mortales" somos incapaces de driblar un bote de basura.

De ahí en fuera un futbolista profesional no está exento de perder el control sobre sus emociones y acabar mentándole la madre al árbitro… o mostrándole el dedo medio al “respetable”- suponiendo que se le puede llamar así. 

Si nosotros perdemos la cordura en situaciones menos estresantes y reaccionamos de forma más abrupta, como por ejemplo cuando vamos tarde al trabajo y se nos cierra un microbús o cuando el empleado de un banco es incapaz de resolvernos el trámite más básico, ¿por qué al Maza Rodríguez no habría de pasarle tras un partido donde el público se le vino encima?

Ahora pasemos a lo segundo. 

¿En serio nos sentimos ofendidos por la señal obscena del Maza? Ahora resulta que nos parece más insultante un simple “dedo” que el grito de “puto” que se escucha cuando el portero rival hace un saque de meta. 

¿Es que ya se nos olvidó que nosotros, los agraviados, inventamos todo aquello que por desgracia se ha vuelto costumbre en los estadios?- silbar el himno de las selecciones visitantes, hacer de la tribuna una cantina, provocar peleas que han ido alejando a las familias, bañar con orines a la gente y abuchear a la selección cuando ésta no gana.

¡Por favor! 

Una señal obscena como la que hizo el Maza no es más que un desliz infantil que para su mala suerte quedó registrado por una cámara. Así que no hagamos olas en un vaso de agua ni le exijamos que pida una disculpa de rodillas.

Aquel que nunca en su vida haya hecho una señal obscena, que jamás haya dicho una palabra altisonante en un lugar público y que siempre que asiste al estadio se comporte como un gentleman, que aviente la primera piedra.