3 mar 2013

La totalidad del gol



Por: Alcibiades Zambrano

En la actual sociedad de consumo audiovisual masivo, hay pocos eventos que llamen tan poderosamente la atención, que hermane a sociedades polarizadas, que unifique o distancie tanto a los seres humanos, como el fenómeno representado por el soccer.

Este, que a la vista pareciera un juego sencillo, un vulgar deporte consistente en patear y correr detrás de ese objeto que rebota aquí y allá, se ha convertido en una práctica que, dependiendo del contacto y experiencia futbolística de cada uno, capitaliza experiencias y nos lleva, (nos, porque yo me confieso e incluyo), a niveles de pasión insospechados.

Si bien el dinero que mueven las grandes marcas, compañías y clubes que manejan la industria del soccer, por momentos, pereciera hundirlo todo en el fango, no se puede reducir tan simple juego a las malas mañas de unos cuantos que hacen y deshacen a su conveniencia: arreglo de partidos, truculentas ventas de plazas, dueños manejan media liga, dineros que nunca se supo de dónde llegaron, tráfico de jugadores, etc, etc; pero no todo es vano ni vacuo.

Tantos son los que se preguntan (sin realmente intentar comprender) qué hay realmente detrás de este deporte que se ha convertido en muchos muuuuchos casos en una verdadera adicción, un vicio desafortunado, "el opio del pueblo" en dosis de 90 minutos. Intentos fallidos de responder lo indecible. Para aquellos que aún lo cuestionan sólo hay dos opciones aparentes, 1) o nunca patearon un balón; o 2) simplemente han perdido la capacidad de asombro.

Tal vez fue en el llano, con los amiguitos de la infancia; tal vez algún tío, muchos años atrás, te llevaba a ver a su equipo favorito; pudo ser una derrota y el pago de esa mal habida apuesta; por qué no, aquel Mundial en que la escuela entera, hasta el director estaba ahí, consiguió televisores de quién sabe dónde para seguir un juego definitivo de la Selección Nacional; incluso por aquella gran final de tu equipo, la que no pudiste ver, pero que buscaste desesperado en todos los restaurantes y bares de un pueblo perdido, ajeno, aparentemente, al soccer, tu equipo y su pobre historia.

El futbol es una pasión que se siente, siempre marcada por la intensidad del instante. Como toda práctica religiosa, existen los seguidores fervientes e inmolados y los detractores; los que creen en los milagros, los que creen pero no creen, los que oran, predican y buscan convencer, y hasta los que ya no creen pero ahí siguen. Todos los aficionados del soccer han sido marcados por un momento epifánico que les hace regresar y soñarlo; así también los que lo censuran, un profundo trauma cicatrizado les provoca la denostación e intolerancia. 

Y es que la experiencia del gol (Del ingl. Goal meta u objetivo; dícese, en el fútbol y otros deportes, entrada del balón en la portería; DRAE 2013), es tan fugaz, efímera, de tal intensidad, que es imposible ignorar cuando se acelera el ritmo cardiaco, un leve frío que recorre la piel, cuando crees sentir tus pupilas dilatarse al máximo; ¿por qué? porque dentro de cada pequeño universo sentimental, un gol es total. 

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