22 may 2012

Por qué los Penaltis no son un Volado



Un volado consiste en arrojar una moneda al aire y adivinar cuál de las dos caras quedará boca arriba. Lo puede jugar un niño contra un adulto y ganarle 8 de 10 veces, o una mujer contra un ejército y obtener el mismo resultado. El cual, dicho sea de paso, no depende de la pericia o destreza con que la moneda sea lanzada al aire. Tampoco intervienen el acierto y error, a no ser que la moneda vaya a caer al fondo de algún agujero. 

Así pues el volado es un formato rápido y sencillo para determinar un ganador. Formato que, por supuesto, no guarda ningún parecido con una serie de penaltis.

Empecemos por la duración. El volado se define en 5 ó 6 segundos mientras la serie de penaltis se prolonga por espacio de 10 ó 15 minutos, tiempo suficiente para sufrir un infarto al miocardio o experimentar un ataque de ansiedad.

Lo siguiente es la preparación, pues mientras cualquier persona puede arrojar una moneda al aire e intentar adivinar de qué lado caerá, muy pocas son capaces de convertir o atajar un tiro desde el manchón penal. Y no solo me refiero a quienes nunca en su vida han pateado un balón, sino también a toda clase de futbolistas: desde los que juegan en las mejores ligas del mundo hasta quienes lo hacemos los fines de semana en canchas polvosas y ligas llaneras. 

Anotar un penal que puede determinar el resultado del partido, o peor aún el de toda una temporada, requiere una técnica impecable, sí, pero sobretodo un estado mental semejante al de un monje budista en meditación zen. ¿Cuándo hemos visto que un volado exija un nivel de concentración similar? Jamás.

Finalmente tenemos el enjuiciamiento público, inexistente en la ejecución de un volado pero incisivo y cruel en la de un penal. Tratándose del primero nunca he visto que al capitán de un equipo lo tilden de pendejo por haber escogido “águila” en vez de “sol”, a pesar de que elegir mal pueda haberle quitado el saque inicial del partido o en el caso de una liga llanera lo haya colocado en el lado inclinado de la cancha.

Ah, pero que el mismo jugador no se atreva a fallar una pena máxima porque entonces nadie lo va a bajar de idiota, pecho frío, blandengue. Sobretodo cuando el futbolista en cuestión es profesional pues "¿qué no le pagan un dineral para meterla?" 

Por si eso no fuera suficiente, a casi todos nos da por pensar "yo lo habría cobrado mejor". Mejor que Sócrates y Zico, Platini y Maradona, Baggio y Baresi, Trezeguet, H.Sánchez, Messi, Cristiano, Kaká, Robben, Schweinsteiger y todos esos cracks que alguna vez en su carrera fallaron.

Entonces la próxima vez que escuches a alguien decir “los penaltis son un volado”, haz caso omiso, tómate un tequila y por dios, cámbiate de mesa o cambia de canal.

3 comentarios:

Fan dijo...

jajaja, completamente de acuerdo, por supuesto que no son un volado, dependen de la destreza del jugador, de la sangre fría que tenga, del control de emociones, nadie está exento de fallar un tiro penal, y prueba de ello, son todos los nombres que mencionas!
Muy bien editor, podemos ir a comer un día de estos?

Cempazuchitl dijo...

Esta es, desde ya, una entrada clasica en Queridos. Editor: no descuides tu blog ni lo dejes en manos de los cursis nostalgicos de "por que le voy a". Te hiciste famoso con tu estilo y con los temas de los que tu hablas, no con los de ellos.

pepe corvina dijo...

Muy cierto... también están los villamelones que condenan a quien falla un penal diciendo: "no inventes, pero si la portería es enorme", o algo así. Bueno, precisamente por eso es que un portero que detiene un penal tiene tanto mérito. Incluso creo que le corresponde una parte de ése mérito si el ejecutante la vuela, pues no cabe duda que hay arqueros que intimidan con la mirada, el oficio o el físico. Creo que la obligación de quien lo cobra es hacerlo entre los tres palos y con una buena dosis de colocación y potencia. O bien, con una dosis de técnica suficiente como para engañar al portero o esperar a que elija alguno de los costados, mandando al último momento la pelota hacia el lado opuesto al que eligió. En fin, la cosa es no caer en los muchos lugares comunes que hay alrededor de la pena máxima