CINC ZERO

Por: Marco Dávila / Editor

Cuando a lo largo de tu vida llevas más de 25 años viendo futbol es difícil que algo te deje con la boca abierta. De repente el gol imposible o la típica jugada que sólo puede ocurrir en los pies de un genio, pero hasta ahí. Lo demás casi siempre es la repetición de un equipo/sistema de juego/partido que ya habías visto. El futbol, entonces, se empieza a tornar gris y nosotros, sin darnos cuenta, nos convertimos en aficionados que viven de la anécdota. Sentimos que al haber sido testigos de una época que inicia con el gol de Maradona en el 86 y culmina con una bolea de Zidane 16 años después, rara vez estaremos frente a un partido que no provoque bostezos. 

Creímos que ya lo habíamos visto todo, o casi todo, hasta que el Barcelona nos mostró hasta dónde se puede reinventar un deporte tan simple como el futbol, teniendo frente a sí a un rival tan soberbio y poderoso como el Real Madrid.

Gracias Barça por 90 minutos que valieron cada peso y centavo de la cuenta que pagamos al final del partido. Partido durante el cual a ninguna de las personas en la mesa se nos ocurrió hablar, como tantas otras veces, de aquellos tiempos en que el futbol nos parecía más espectacular. Además por una vez nadie escupió sobre los comentaristas, que no por ser de TDN suenan más inteligentes que los tarados de Televisa y Azteca, y no hubo una sola queja por el mal servicio de los meseros. Así de hermoso fue el juego del Barcelona. Tanto que hasta los comensales con camiseta del Madrid se veían contentos.

Y es que cátedras como ésta hay que aprovecharlas sin importar la filiación futbolística. 

Yo, que no soy culé, aprendí que se puede recuperar la ilusión infantil por ver futbol. Florentino Pérez habrá aprendido que ni toda su fortuna puede borrar un 5-0 del cual se avergonzarán sus bisnietos. Y los lusos Mourinho y CR7 que una cosa es ganarlo todo, y otra muy diferente es ganarlo con estilo.