Por: Agustín Moreno Frías
Siempre he dicho que apasionarse a un equipo de fútbol es como tener una novia: lo quieres, lo apoyas, y estás con él en las buenas, en las malas y en las peores, puedes enojarte y de algún modo recriminarle y exigirle, pero de nuevo el fin de semana estás al pendiente de lo que haga o deje de hacer cuando lo sigues por el televisor o acudes al estadio y el sentimiento sigue perdurando. En mi caso, me confieso aficionado al Club Deportivo Guadalajara.
Mi querer hacia el Guadalajara surgió durante mi niñez, en gran medida gracias a mi padre. Mi infancia estuvo aderezada por los relatos futboleros de mi padre, hombre para quien el fútbol es su única distracción y que siempre me contaba historias sobre jugadores de una época que yo imaginaba era antiquísima del fútbol: Pelé, Garrincha, Zico, Platini y Beckenbauer eran frecuentes en sus relatos y al hablar del fútbol mexicano me contaba sobre la "Tota" Carbajal, Carlos Miloc y sobre el Guadalajara, su tradición de jugar sólo con mexicanos por nacimiento, su etapa del Campeonísimo y sus jugadores de leyenda a quienes tuvo oportunidad de ver en vivo, cuyas proezas recreaba en mi infantil imaginación.
A mediados de los noventas, en una época donde el Necaxa y el América rompían la liga con sus contrataciones exóticas y todo niño solía emular a los ídolos del momento, fue mi padre con sus relatos quien por una parte encausó mi pasión hacia las Chivas, pero ¿Qué es una religión sin milagros? ¿Qué es la épica sin sus recreaciones en la realidad? El siguiente paso lo dio el equipo tapatío que se encargó de cautivarme en el primer partido que recuerdo haber visto de ellos por televisión y qué mejor escenario que un duelo contra el América en la cancha del Estadio Azteca. Antes de que diera inicio, mi padre me ilustró sobre quienes disputaban el partido: "Las Chivas son el equipo de los mexicanos, el América de los extranjeros". El equipo americanista logró ponerse en ventaja con una diferencia de dos goles y antes de finalizar el primer tiempo el Rebaño Sagrado acortó distancias, para después en el segundo tiempo culminar una remontada increíble tras un jugadón de Ramón Ramírez que terminó en gol de Vázquez. El todopoderoso América dirigido por Leo Beenhakker y su legión de extranjeros habían sido vencidos por un equipo de puros mexicanos.
A partir de ese partido comenzó mi afición hacia el Rebaño Sagrado, misma que me ha hecho vivir infinidad de emociones... en principio vivía con intensidad los partidos, pues recuerdo haber llorado de tristeza cuando el Morelia ganó el partido de ida en aquellas semifinales del 97, para después llorar de alegría con el gol del "Tilón" Chávez en el juego siguiente, vivir un domingo de fiesta en la final contra Toros Neza, presenciar los juegos contra el Atlas y el América con el pulso acelerado, ver con tristeza cómo se fue un título contra el Necaxa en el Estadio Jalisco y apagar la televisión sin siquiera haber terminado el juego, después vinieron años de irregularidad con torneos donde sentí impotencia ante el Toluca y su diablo Cardozo que dejaban a las Chivas fuera de la liguilla. Recuerdo también que durante algún tiempo en la casa no tuvimos televisión y tuve que seguir toda una temporada por radio, algo no apto para cardíacos.
Después de un periodo de transición y de cambios llegó el actual dueño con su revolución de las utopías y hubo una muy buena época donde vi con alegría que se limpiaba la camiseta y se mostraron algunas de las más bellas desde la época en que no había patrocinios. Viví con tristeza el subcampeonato contra la UNAM, me sorprendí con las espléndidas actuaciones en Copa Libertadores, celebré un título contra Toluca que después de mucho tiempo me supo a revancha en el 2006, año donde se cumplió el Centenario de vida para el Guadalajara, para después el siguiente torneo cumplir mi sueño de ir por fin a un juego de mis Chivas en el Estadio Jalisco a donde llegué con lágrimas de emoción (para alguien que no es ni siquiera de Jalisco es toda una experiencia). Vi con asombro la inauguración del nuevo estadio contra el Manchester United y después vino la debacle actual propiciada con malas decisiones directivas, un fallido intento de cambio de escudo y venta o salidas de jugadores incluso emblemáticos para el club.
Actualmente, a pesar del mal paso de mis Chivas seguiré portando con orgullo los colores del equipo de mis amores, el equipo que me apasiona, un equipo que me ha dado muchas alegrías y también tristezas, un equipo que a través de los años me ha cautivado con su propuesta tradicionalista de jugar fútbol sólo con mexicanos por nacimiento. Ante esta postura hay quienes critican al equipo de tener una ideología xenofóbica y respeto su punto de vista, pero en lo personal no creo que el mensaje que transmite el Club Deportivo Guadalajara sea ese, sino más bien el de que como mexicanos unidos podemos lograr el éxito, lograr lo que nos propongamos. Ser de los máximos ganadores con once títulos a nivel profesional y el recuerdo del Campeonísimo lo avalan.
Como siempre, estaré apoyando al Guadalajara, disfrutando y compartiendo emociones en compañía de mi padre quien aún me sigue diciendo antes de cada partido: "Ése es el equipo de los mexicanos".
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