¿Qhiubo? |
—Éstas no son de harina —dice mi padre, tal como le decía a él un viejo capitán que fue su instructor de vuelo hace muchos años.
Ayer, en la final de la Copa MX, la
gran figura fue el mexicano Federico Vilar. Si de casualidad le
saltan los ojos con el gentilicio, déjeme confesar que yo también me voy
enterando que recién obtuvo la nacionalidad y éste es su primer torneo como
nacional. Lo que no es noticia, de ninguna manera, es que Federico es una estrella
de la liga.
Curioso, Vilar jugó apenas en
Argentina. En un pequeño club llamado Atlético Argentino Rojas, inferiores en Boca, unos años en Almirante
Brown y finalmente llegó a México, a probar suerte en la segunda división
mexicana. Debutó en los Potros de Zitácuaro y se ganó un lugar en al Acapulco de
«Primera A», antes de consolidarse en el Atlante.
Ha disputado más de 400 partidos de
primera, anotado cinco goles, parado decenas de
penales y fue campeón con Atlante dos veces (Apertura 07,
Concachampions 08), que no es nada fácil. Tiene el récord de partidos consecutivos (185) y hasta jugó Libertadores como refuerzo de Necaxa, en
2007. Ayer, imponente, levantó un trofeo más.
—Éstas no son de harina —dice mi padre mientras me enseña las canas, como símbolo inequívoco de su experiencia profesional.
A Federico Vilar
todavía no se le notan las canas, por supuesto. Tiene apenas 36 años. Así que agita su larga melena
castaña mientras celebra, eufórico, el triunfo de Morelia. Aún así, con 12 años de juego en este futbol, en esta liga, su experiencia es
incontestable.
Ayer detuvo tres penales y anotó uno. Enorme. Él ha sido honesto con su nacionalización (motivos familiares) y ha dicho que le costaría trabajo sentir la camiseta verde. De cualquier manera, no considerarlo aunque sea tantito
sería ingrato. Aunque no vaya. En fin, él sabe. La experiencia no es gratis.
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