Por: Ricardo Gómez
Hay un paso antes de dejar de ser adolescente y pasar a ser un adulto joven. Hay algo que rompe con la vieja manera de marcar el comienzo de una nueva etapa. En algunas personas eso sucede de manera anticipada, en otras justo a tiempo y otros al parecer nunca dan ese paso.
Comienzo esta reflexión porque ahora estamos observando a otra generación de seleccionados sub-17 que están haciendo méritos suficientes para creer en ellos, que a pesar de comenzar el torneo con un decepcionante resultado, se levantaron y supieron plantarle cara a un torneo que muchos ya vaticinaban como complicado, un fracaso, un viaje a lo tonto. Ahora muchos de ellos ya se subieron al barco y todo el país espera resultados más que óptimos ante Brasil, en una nueva edición de un partido que toma tintes de clásico.
Aquí cabe hacer memoria a algunos años atrás, donde con la generación del 2005 se le dio atención casi hasta la final, se elevó a los campeones a la categoría de dioses y muchos de ellos fueron -malamente- vigilados hasta al cansancio con tal de asegurarles suerte en el máximo circuito y en Europa. Muchos no lograron crecer y se quedaron de este lado del charco y con los otros, pues es una historia que por demás conoces.
Con la generación del 2011 se vivió un proceso desde lo lejos. Estaban obligados a hacer una actuación decorosa, pero con la experiencia de la generación previa muchos ya no daban ni un quinto por los muchachos. Se logró el resultado, con sufrimiento y mucha pasión, pero se logró. ¿ Y los muchachos? Ahí andan, queriendo despuntar, en una edad en la que están dando ese paso de crecimiento y consolidación, aunque pareciera que varios de ellos no brillarán con una luz mayor a la de aquél torneo.
Ahora, con nuevas esperanzas, con la recién nacida costumbre de ganar en categorias menores, de nuevo los reflectores apuntan a los chicos. Apuntan con mucha presión, apuntan acusadores, apuntan para mal. Porque el aficionado mexicano aún no entiende que para que los chicos jueguen bien tanto de grandes como de viejos, hay que dejarlos crecer, sólo crecer, y disfrutar el futbol como un jovencillo sabe hacerlo.
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