Que vivan los feos

Tienes diez segundos para responder cuáles son los jugadores más guapos de la selección española.

Casillas, Torres y Xavi Alonso; chance Ramos, ok.

Ahora tienes diez más para buscar otros tres como ellos.

¿Nada?

Veinte segundos adicionales y verás que al dieciocho te estarás preguntando qué carajos le ve Shakira a Piqué teniendo esa cara de tarado. Ni hablar de Puyol, Xavi o ese calvito blanco como la leche que no pasa del 1.68 y al que algún comentarista con un IQ similar al del “Perro” Bermúdez tuvo la ocurrencia de apodar “Fantasmita”.

Son feos como ellos solos, sobretodo los dos últimos. Razón por la cual, tal vez, son la crema y nata de la mejor selección de futbol que jamás haya existido.

Y es que el no ser unos Adonis como Beckham o Cristiano Ronaldo los ha mantenido alejados de tediosas sesiones fotográficas para marcas de ropa interior, citas semanales con un estilista de acento alemán que les mantenga el peinado en su sitio, spas propiedad de Paris Hilton, camas de bronceado y fiestas en alguna de las 50 mansiones de Julio Iglesias.

En vez de eso no se han cansado de ganar los trofeos más importantes a los que cualquier jugador profesional puede aspirar.

Futbolistas primero y celebridades después, ninguno de ellos pierde la concentración a la mitad de una jugada para verificar su imagen en las pantallas gigantes del estadio. Tampoco desperdician las valiosas horas de descanso grabando comerciales de shampoo, por decir lo menos. Y cuando salen de gira con sus equipos viajan en el mismo avión, comen el mismo restaurante y duermen en el mismo cuarto que el más limitado de sus compañeros.

Ahora bien, Xavi e Iniesta no son los únicos futbolistas que sin ser prototipos de belleza masculina han revolucionado al futbol. Ahí están Obdulio Varela (Uruguay), Mazza (Italia); Pelé, Ronaldo y Romario (Brasil); Beckenbauer y Matthåus (Alemania); Platini (Francia), Cruyff y Gullit (Holanda); Higuita y Valderrama (Colombia); Sánchez (México) y por supuesto Maradona y Lio Messi (Argentina).

De hecho ¿existe algún futbolista metrosexual que haya ganado algo en su carrera? No me refiero a los millones de dólares que se meten por anunciar relojes Rolex y trajes Armani, sino a trofeos internacionales como Copas del Mundo, Champions League y Eurocopas.

El récord es paupérrimo. Si sumamos los títulos de los dos máximos exponentes del metrosexualismo en el futbol, David Beckham y CR7, tenemos que solamente han ganado dos Champions (ManU ’99 y '08) en 29 años de carrera conjunta. De dar pena frente a los 12 títulos que Iniesta y Xavi han obtenido en diez años menos (tres Champions– ’06,’09’11; dos Euros – ‘08,’12; un Mundial -’10).

Para lograrlo no necesitaron un séquito de modistas, entrenadores y publirrelacionistas. Tampoco precisaron un ejército de guardaespaldas que les quitaran de encima las hordas de lolitas niponas en sus giras por Asia; de hecho no hay lolitas que los acosen. Sólo se concentraron en aquello que saben hacer mejor que cualquier otra cosa: jugar futbol.

Dentro de muchos años ya tendrán tiempo para depilarse las cejas.