De Mario Balotelli se puede esperar cualquier cosa.
Que le
haya anotado un par de goles a los alemanes cuando muy pocos creían en él, es
tan solo una de ellas.
Entre las otras destacan los escándalos que ha protagonizado
fuera de la cancha. Como el día que salió a pasear en su Masseratti por las
calles de Manchester llevando de copiloto una bolsa con 50,000 Libras Esterlinas. Un
policía lo detuvo por exceso de velocidad y cuando le preguntó por qué diablos
llevaba tal cantidad de efectivo, “Il Kraken” se limitó a responder: “Porque
soy millonario”. Bravo.
Otros de sus escándalos más comentados han sido una pelea a
puño limpio que sostuvo con 4 bouncers de un bar estriper cuando rompió la
regla sagrada de “prohibido tocar”, el incendio que provocó en su casa de Manchester
tras encender fuegos artificiales dentro de la sala, y el haber entrado en su
auto a una prisión de mujeres sólo para “echar un vistazo”.
Así pues, de éste jugador nacido en Palermo y que a los tres años fue dado en adopción por sus padres de origen ghanés a una familia
italiana con tal que pudieran atenderlo de una enfermedad crónica, podemos
esperarlo casi todo: que anote 4 goles en la final del domingo contra España, por ejemplo, o
salga expulsado en los primeros minutos del mismo partido tras cometer una falta
infantil a dos metros del árbitro.
Y digo casi porque hay dos cosas que estoy seguro nunca lo veremos hacer: 1- festejar un gol como argentino que acaba de salvar a su equipo del descenso, 2- anunciar cremas faciales, esmaltes de uñas y calzones. No hace falta decir como quién.
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