Mis tarjetas de presentación, como las de muchas otras personas, no dicen lo que realmente soy. En mi caso, señores, un futbolista hecho y derecho; defensa para ser exactos.
En vez de eso mis tarjetas traen un puesto en una agencia de
publicidad gracias al cual puedo sostener a mi familia, divertirme un poco y
comprar mis zapatos de futbol. Lo cual no me avergüenza. Al contrario me gusta
hacerlo y lo hago bastante bien, pero no es ni por tantito lo que me define
frente a los demás.
Antes que cualquier otra cosa, insisto, soy todo un futbolista. Que no me paguen por ello es otra cosa, pero lo he sido con todas las de la ley desde la inauguración del Mundial Juvenil de 1983, cuando mi padre me llevó por primera vez al Estadio Azteca y al salir le dije: "Ya sé qué es lo único que quiero hacer en la vida: jugar futbol".
Al paso de los años acabé haciendo otras cosas que no podía
haber imaginado, como montar un bar rascuache en un pueblo de 500 habitantes de la sierra queretana,
viajar a la ex Unión Soviética y escribir guiones para Plaza Sésamo después de
haber botado la carrera de Derecho. Luego vinieron la publicidad, vivir brevemente en Buenos Aires, tomar
psicoterapia, mudarme a la Pensil,
conocer Irán y Angola y Montevideo, adoptar una gata albina y reencontrar a la
mujer de mi vida para casarme con ella.
Pero eso sí: jugar futbol nunca dejó de ser una de mis prioridades.
Tanto que ni la ruptura del ligamento cruzado en ambas rodillas con sus subsecuentes
operaciones, además de una fractura en la muñeca derecha y un hombro dos veces
dislocado, me hicieron alejarme de los campos de futbol.
Qué digo campos de futbol si muchos de los lugares donde he
jugado no llegan ni a canchitas. Lo cual me da exactamente lo mismo
pues mientras haya dos porterías hechas con lo que sea y al menos tres
panboleros tan apasionados como su servidor, entonces queridos amigos tenemos
partido. Y qué partido.
Así cada sábado, lunes o el día en que aquello que dicen
mis tarjetas de presentación que soy me lo permita. Pues mi verdadera profesión, como
ya lo he dicho, es la de futbolista. Y a mis recién estrenados 40 años estoy
lejos de pensar en el retiro.
6 comentarios:
A por los mil goles de Pelé.
Aplausos, señor
Un verdadero guerrero!
Wow!!! Ese es mi futbolista disfrazado de planner de Lunes a Viernes! Love
Me encanto esta publicación. Con seguridad digo que todos los que amamos el futbol y principalmente amamos jugarlo nos identificamos totalmente con estas palabras.en fin, pues mientras el cuerpo pueda hay que seguir dándole al futbol, no hay de otra. Por cierto, que extraño que hayas escrito guiones de plaza sésamo.
Estupenda publicación Marquinho... Quizás la más linda que se haya publicado en este blog. Recuerdo que una vez dijiste que muchos de los asiduos al blog vocacionalmente éramos futbolistas (aunque la mayoría lo hayamos jugado solamente a nivel amateur y hayamos apenas coqueteado con el profesionalismo) y que entre semana éramos profesionistas mal pagados. A partir de entonces quedé identificado con este blog y su comunidad. Porque es la única forma en que actualmente practico este deporte: como asiduo bloguero. Ando rozando los 35 años y ya no puedo jugarlo, que es lo que realmente me gustaría poder seguir haciendo. Pero las obligaciones laborales y conyugales así como las lesiones me lo impiden. Por eso les digo a todos (sobre todo a los chavos): jueguen todo lo que puedan, pues retirarse como jugador es una de las cosas más tristes. Al menos cuando le queda a uno la espinita de no haber jugado todo lo que se hubiera podido, pues se siente como haber desperdiciado un trozo de juventud, que ya no vuelve
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