PATRIA Y DIGNIDAD (Bicentenarias, claro)

Nos enseñan desde niño a adorar el lugar donde hemos nacido. No importa si es un sitio inhóspito como Mexicali o feo como el centro de Naucalpan. 

Hay que querer el lugar que nos vio nacer, la tierra que nos dio vida, el suelo sagrado donde se le rompió la fuente a nuestra mamacita, sin importar que uno pase el resto de su vida en otro lugar. A la señora Dos Santos le dio por ser mamá en Monterrey, Nuevo León, como bien le pudo haber sucedido en Brasil (de donde es el padre de sus hijos) o en algún país de Europa (si es que el marido hubiera sido un futbolista menos mediocre). Por lo tanto Giovanni y su hermano Jonathan son mexicanos de nacimiento. Los dos crecieron en algún barrio cercano al Cerro de la Silla y de niños habrán tomado Joya de frambuesa. Eso fue hace muchos años. Ocho para ser exactos. Desde entonces los jóvenes Dos Santos y su padre sobreprotector han vivido en Barcelona. Allá han crecido como futbolistas y también como personas. 

Cuando Jonathan llegó a España quizá lo que más le llamaba la atención eran las jugueterías. Hoy en cambio serán las mujeres catalanas, la fiesta de Barcelona y el estilo de vida mediterráneo al cual hace mucho tiempo que se ha acostumbrado. Del Monterrey que conoció de niño ya poco o nada le queda. Si acaso los recuerdos de una infancia feliz al lado de su abuela y el nombre de algún compañerito de la escuela. Nadie más que él sabe si esa es una razón suficiente como para defender la camiseta de la selección mexicana. Selección que, no lo olvidemos, dos veces le hizo el feo. Así que no nos sorprendamos, ni lo condenemos, si en lugar de jugar con el Tri toma la decisión de probar suerte con la Furia Roja. Nery Castillo estuvo en su lugar y se decidió por México. Hoy deberá estar pensando qué sería de su carrera si hubiera escogido defender la bandera uruguaya.

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Todos alguna vez hemos tenido ganas de aventar la toalla en el trabajo. De decirle a nuestro jefe, patrón, Director General o cualquiera que sea su título, que de hoy en adelante se puede ir derechito a la chingada. Que se puede meter el contrato, las prestaciones y todo el papeleo del departamento legal por donde le quepa, sin previa aplicación de lubricante, porque uno ya está hasta la madre de los malos tratos, las promesas de aumentos que nunca llegan, la presión innecesaria, los chistes malos con risas grabadas y el séquito de lamebotas que chupan el piso por donde pasa el jefazo. 

Ganas no faltan. Pero a no ser que seas un tipo como el Chelís casi todos nos quedamos en el intento. Sánchez Solá pasó de la típica fantasía del cuarto de fotocopiadora a los hechos concretos. No le importó el dinero que le ofrecieron para quedarse,ni el mal momento que significa perder la chamba a media temporada. Lo movió algo que le falta a muchos directivos y entrenadores en México. Ah, y también a muchos ejecutivos bien pagados y bien peinaditos que abundan en los corporativos de nuestro país: un par de huevos y tantita Dignidad.

Bien por Chelís. La temporada entrante llevarás al Atlas a la final.