17 mar 2010

EL MARADONA MEXICANO

Por: Marco Dávila / Editor

¿Vos sabés quién es el Maradona mexicano?

Hugo Sánchez, no. Así de claro fue el taxista sesentón que hace 6 años nos llevó a una pizzería en Recoleta. Por cierto, él fue quien hizo la pregunta. Era tarde, el coche avanzaba sin contratiempos y las respuestas se nos agotaron al llegar a nuestro destino.

El Pichichi no, Zague tampoco, Hermosillo para nada, Blanco- que en el 2004 no era el portento de hoy en día, menos. ¿”Pirata” Fuente acaso? ¿O qué tal la “Tota” Carvajal?

-No ché. El Maradona mexicano es Leonardo Cuéllar. No puedo creer que no lo supieran. ¿O es que no les gusta el fútbol?

Sí me gusta y mucho. Pero sucede que Cuéllar nunca tuvo alguna habilidad semejante a las que poseía el “Gigante de Villa Fiorito”. Lo pensé en voz alta, no lo dije. ¿Quién era yo, a fin de cuentas, para romper la falsa ilusión de ese buen hombre? Además si hubiera abierto la boca me habría perdido la anécdota que sigue:

1978. La selección mexicana llega a la ciudad de Rosario para participar en el Mundial de Argentina. Entre los jugadores convocados hay uno que destaca por su melena. Su nombre: Leonardo Cuéllar. En el hotel donde se hospedan hay un sitio de taxis y entre los choferes el conductor que 26 años después nos recogerá en Suipacha esquina Santa Fe.

Como en aquel Mundial los equipos todavía no convertían el hotel de concentración en una fortaleza, los jugadores aztecas lograron salir todas las tardes a recorrer la hermosa ciudad. Fue en una de esas escapadas cuando Cuéllar y el taxista se conocieron. Al principio la relación se limitó a llevar al “Diego” mexicano del punto A al punto B. Pero con el tiempo se volvieron amigos. El taxista le reveló que envidiaba su trabajo no por el dinero o las ovaciones, sino por la oportunidad de conocer nuevos lugares pues él y su mujer nunca habían salido de la Argentina. Cuéllar le confesó que envidiaba el suyo por la poca presión, pues él y la Selección eran la falsa esperanza de un país condenado a ser el último lugar de la copa. 

Días después el equipo mexicano perdió su tercer partido en fila y mientras todos los seleccionados regresaron a casa con las manos vacías, Cuéllar se trajo un amigo de por vida. Al principio hubo cartas de uno y otro lado, y a los pocos meses el regalo de un par de boletos de avión para que el taxista y su esposa cumplieran el sueño de conocer un país extranjero.

- Nos hospedó en su casa y nos llevó en su auto a conocer Guadalajara, Acapulco y Taxco. Luego vino otra vez a la Argentina, creo que a observar un jugador, y nos fuimos a comer. Es una gran persona ¿viste? Y todo un crack. Qué clase. Pero nunca tuvo un equipo a su nivel. Yo se lo dije: andá a probar suerte a Europa, vos podés jugar en un club grande. Pero nunca le importó la fama y prefirió quedarse en su país.

Cuéllar, Maradona y el futbol son un tema que duele terminar. Pero el taxímetro seguía corriendo y mis padres, a quienes el deporte universal les es menos importante que una cena cualquiera, me esperaban de pie sobre la acera. 

Nos despedimos con un fuerte apretón de manos y me dijo que en otra oportunidad me contaría más historias sobre el prodigioso jugador mexicano. 

La torreta de su auto se ahogó al fondo de Avenida Libertador.
Sólo entonces me di cuenta que nunca le pregunté su nombre.

Si alguien lo conoce, ya saben a dónde escribir.


Por: MD

7 comentarios:

Colín Marco dijo...

Hermoso. Felicidades.

Angel Panza dijo...

Que bonito relato. Ojalá haya sido cierto. Si no, de todos modos e s bonito.
¿Ya ven? si les digo que el Cuéllar es uno de los íconos de nuestro fut, tal vez el menos reconocido.
Saludos.

Anónimo dijo...

Muy bueno Marquito. Solo te comento que el “Gigante de Arroyito” no es un apodo con el que se conociera a Maradona (como creo que se interpreta en la lectura del texto) sino que es como se conoce al estadio de Rosario Central, y que fue sede del mundial '78 precisamente en aquella ciudad, de no muy gratos recuerdos para la selección mexicana.

Editor dijo...

Anónimo, muchas gracias por la alcaración. En efecto, "El Gigante de Arroyito" es como se conoce al estadio de la ciudad de Rosario; nada que ver con "Villa Florito", lugar donde creció Maradona.

La corrección está hecha. Gracias nuevamente.

Ex Fan dijo...

Muy bueno. Felicidades, aunque también el relato oral te sale bien. Por cierto, creo conocer a este señor, te paso sus datos.

Lola dijo...

Me quedé con ganas de más... Ojalá siga habiendo más líneas que llenar y palabras que decir. Felicidades.

Mayris dijo...

Como apenas te conozco estoy leyendo todos tus blogs aunque sean viejitos, éste esta muy padre como de esas historias que no quieres que terminen ahora entiendo el porque de tu foto de perfil!!!