20 dic 2009

REFLEXIONES DE OTRA DERROTA AMERICANISTA

Por: Lear 
www.bufonaladeriva.blogspot.com
Por razones que nunca entenderé, parecemos olvidar siempre -cada año igual que el anterior y de manera idéntica al que vendrá- que el América no ha tenido un torneo decente en años. ¿Quién recuerda aquella final contra los Tecos en la Clausura del 2005?, ¿quién aquella final mediocre contra el Necaxa en 2002? Vaticinio tal vez, o sólo triste coincidencia, las Águilas son ahora pálidas vencedoras de dos equipos inexistentes.

Por razones que nunca entenderé, he dicho, porque a pesar de ello el odio contra sus colores se renueva independientemente de sus resultados. Odiar al más grande es lógico por resentimiento y rencor; odiar al que fue grande y no lo es más, o no lo ha sido en mucho tiempo, es lógico por venganza y burla. Se llama patear al muerto, y el hecho de escupirle a ese cadáver ha cambiado muchas cosas con respecto a la concepción del enemigo número uno del fútbol mexicano.

En primer lugar ha cambiado su rival estrella. Para la generación de nuestros padres el clásico de clásicos es aún contra las Chivas. Para nosotros, los hijos, el partido importante es contra los Pumas. La rivalidad no es ya entre la clase baja y la clase alta, los humildes y los millonetas, el equipo del pueblo y el de los dueños del pueblo; ahora la lucha es de la cultura contra la barbarie, los ilustrados contra los ignorantes, los de opinión propia contra los borregos. Odiar al América ya no es un acto de resentimiento, sino de rectitud y sapiencia. Yo pienso, ergo odio al América.

Este cambio comenzó a gestarse en el tercer partido de la final 94/95 contra los Pumas y se afianzó cuando Televisa comenzó a transmitir los partidos del equipo de la Universidad. Ahí se necesitó de otro argumento que el del poderío de la cadena televisiva, poderío que, por otro lado, terminó siendo igual o peor que el de su competencia, más preocupados ambos lados por recetarnos anuncios de pañales antes de cada despeje de portería, saque de banda, cambio, etcétera.

Al América entonces comenzó a singularizársele. Luego de la arrasadora e inútil temporada con Leo Beenhakker en 1994, las Águilas dejaron de ser un equipo y se convirtieron en apenas nombres. El más obvio de ellos, Cuauhtémoc Blanco, encarnación de todo vicio y virtud azulcrema. Pero no sólo él, sino una larga lista de fichajes estúpidos y malintencionados que había empezado ya con Hugo Sánchez en 1992 y que continuó con Luis García, Alberto García Aspe, Ramón Ramírez, Braulio Luna, por sólo mencionar los casos más escandalosos que la gente no pudo más que calificar de traición por parte de los futbolistas, y de error por parte de la directiva.

El mismo fenómeno se dio con los técnicos. Necesitados de alardear lo que no podían cumplir en la cancha, la directiva contrató, luego de haber echado a Beenhakker, a 16 técnicos en apenas cuatro años, cada uno más famoso que el anterior. Pensar en el América en esos momentos era pensar en singular y lo sigue siendo ahora, con Ochoa, Cabañas y, viajando un poco hacia atrás, con el caso de Germán Villa, Issac Terrazas y Raúl Rodrigo Lara (sí, yo todavía recuerdo ese partido contra Alemania en Francia 98). Enemigos favoritos de la afición mexicana, que encontró en ellos lo necesario para seguir odiando un equipo que lejos estaba de funcionar como tal.

Y ahora aquí estamos de nuevo. Contentos todos porque el empate no le alcanzó a los malos. Porque el Monterrey, jugando bien, dejó fuera a los que jugaron igual que siempre, más o menos bien, más o menos fallando goles, más o menos corriendo. La gente está contenta. Celebran la justicia que implica que ese equipo que aún pensamos grande haya caído. Al América lo odiamos por tradición, porque es lo que se hace y buscamos cada año otro pretexto para odiarlo más. “Ódiame más”, dice esa frase tan efectiva en las camisetas y tan sin gracia en la cancha.

Me gustaría odiarlo más, mucho más. Pero cada nueva temporada el odio se convierte en pena. Y la pena, con el tiempo, aburre.

12 comentarios:

Editor dijo...

Muchas gracias por tu excelente artículo. Nos encantaría publicar más colaboraciones tuyas.

Saludos.

Anónimo dijo...

Tiene absolutamente toda la razon. El america no es ese equipo autodenominado grande de epocas pasadas, hoy en dia solo inspira verguenza pena ajena y risa.

El Rufián Melancólico dijo...

Agregaría que el tamaño del equipo odiado es el tamaño de la liga. Lo cual no habla nada bien de la liga. Yo también ando esperando el momento de odiarlo con razón, pero nomás no se dejan. Tibio desprecio que no alcanza ni para imaginar la ofensa. Sí estaría chido que hagas más cosas por acá, saludos.

Anónimo dijo...

Gracias, Queridos Futbolistas, y también a los comentarios y a los paleros.

Saludos.

conchudo dijo...

Lear no sé tu, pero yo nunca me cansaré de dirigir burlas a los aficionados de amarillo. Su periodo de soberbia, la crueldad de sus burlas y todo lo que las aderezaba fue tan doloroso y prolongado que constituye uno de los traumas de mi infancia... Así que órale, pateemos al muerto sin piedad, incluso les digo: ¡pónganse las botas de casquillo!

Aguillón-Mata dijo...

cada día más parecido a juan villoro. ¡enhorabuena!

el anónimo seguidor dijo...

Me gustan esas afirmaciones de estructura binaria tan borgesianas.

Fernando Carrera dijo...

Estoy de acuerdo con casi todo tu artículo, pero me estoy empezando a fastidiar de escuchar que el verdadero clásico es América-Pumas.

Los clásicos se forman por las aficiones y sólo en una mínima parte por los equipos.

Por lo tanto, dos equipos abusivamente mediatizados y plagados de la afición más villamelona de México jamás reunirán el antagonismo suficiente para encarnar un clásico.


Aquí no hay pobres ni ricos. Hay un americanismo venido a menos y una verdadera afición universitaria que sigue siendo diminuta aunque se sienta gigante por las hordas de paleros que guardaron las camisetas de sus equipos y se pusieron la del puma tras el bicampeonato.


En todo caso, mucho más cerca está Cruz Azul de convertirse en la nueva antítesis del América.

Ningún cruzazulino escogió a su equipo por que estuviera de moda o porque ganara un par de campeonatos cuando iba en secundaria.

Un cruzazulino es cruzazulino a pesar de Cruz Azul. La afición más maltratada de todas sigue quiere a su equipo aunque su equipo parezca no quererla. La afición más auténtica de México es la de Cruz Azul y eso sí que representa un antagonismo diametral con respecto al espíritu de la afición americanista (y universitaria, dicho sea de paso). Y si a esto le sumamos el rencor acumulado de varios años de soportar una humillante jefatura, me parece que las condiciones para generar un clima de clásico están más que dadas.

Anónimo dijo...

Fernando, eso de lo que hablas es imposible por la simple razón de que el club de tus amores se volvió un equipo chico, y los equipos chicos no juegan clásicos

Anónimo dijo...

Aplausos para Fernando Carrera...soberbioooooo!!!
Estamos hartoooos deeee...que digan que el "nuevo clásico" es ámerica vs pumas.


P.D.Ekipo chico el del anónimo y no hablo precisamente de futbol...sino de neuronas...jaja

Anónimo dijo...

Grande Fernando, grande... comparto tu opinión acerca de la gran cantidad de villamelones que hay en ambas aficiones (especialmente en la de Pumas)

Lear, la UNAM hace muchos años dejó de ser la luz y sabiduría de este país y el típico aficionado Puma poco o nada tiene que ver con los valores de la misma...

Creo que tu comparación ignorancia versus iluminación es muuy limitada

De cualquier manera, buen artículo

Saludos, Oscar

EloM dijo...

Pues cuando ves salir a la monumental y a la rebel, todos con 10 cervezas encima, me cae que te cuesta distinguir entre los "cultos" y los barbaros, los "ilustrados" y los ignorantes, los de "opinión propia" contra los borregos.
¿Una playera marca la diferencia?, jaja.