Por: Marco Dávila/Editor
En un pasado no tan remoto, los únicos
personajes dentro de la cancha que vestían de negro eran los árbitros. El
amarillo fosforescente y el rojo bugambilia que hoy día cubren sus uniformes, entonces solo servían
para colorear las tarjetas que llevaban guardadas en dos bolsillos diferentes: la de amonestación en el que se encontraba cosido al pecho y la roja en el que estaba ubicado a la altura de la
nalga derecha.
Gracias a la ubicación geográfica de ambos cartones, los narradores de aquel entonces sabían la suerte que le esperaba al jugador sancionado con sólo mirar a qué parte del cuerpo se dirigía la mano del colegiado. Esto les daba tiempo para pensar bien aquello que iban a decir, primero, y expresarlo con un lenguaje simple y llano, después. Nada de palabras como vehemencia y falacia, frases estúpidas a la “voy que te quedó jabón” o apodos chafas como los que ha repartido a diestra y siniestra el chilenito Luis Omar Tapia.
Con un vocabulario que cualquier campesino podía entender, aquellos maestros nos regalaron términos monumentales como “el juego del hombre” y apodos insuperables
como el “Confesor” Cornero, ambos del genial Ángel Fernández, además de narraciones que igualaban la belleza de la jugada que describían, como esta obra maestra de Víctor Hugo Morales:
"... La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona. Lo marcan dos. Pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja el tendal y va a tocar para Burruchaga. ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta... Goooooool. Gooooool. ¡Quiero llorar! ¡Dios santo, viva el fútbol! ¡Golaaaaaaazooooooo! ¡Diegooooooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme. Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos. BARRILETE CÓSMICO ¿De qué planeta viniste?, para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina. Argentina 2, Inglaterra 0. Diegol. Diegol. Diego Armando Maradona. Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2, Inglaterra 0".
Fuera del "Barrilete Cósmico" y la "Mano de Dios", aquella fue una época donde a cada cosa se le conocía por su nombre original.
Quienes se encargaban de darle narrativa
a los partidos de futbol eran narradores, de ahí su nombre. Quienes hacían
una reconstrucción de los mismos de forma escrita u oral eran cronistas. Y los árbitros vestían con la sobriedad
de quien sacrifica el placer innato que provoca patear una pelota para que los demás pudieran hacerlo, razón por la cual
recibieron el mote de “Nazarenos”.
A quienes se ganaban la vida jugando
futbol profesional se les conocía como futbolistas, cuando ahora son modelos o
celebridades primero y jugadores de futbol después. Las barras no eran barras
sino porras, que por mucho que conserven la erre no tienen nada que ver la una
con la otra, y los aficionados se convirtieron en hinchas con la H nada muda para sonar como argentinos mientras mueven “la manito” de atrás hacia delante
como idiotas. Por dios.
Que todo fuera como eso, como que los
aficionados ahora se llaman a sí mismos hinchas y las porras barras, o que a la
fidelidad a prueba de todo ahora le digan aguante, entonces no habría razón para lamentarse.
Pero que al torneo de primera división en México le
pongan Liga BBVA Bancomer MX, eso sí que da miedo. ¿La razón? pues que nos sitúa a
un pasito de lo que ya es normal en muchos países del mundo y que consiste en rebautizar,
a cambio de una millonada de dólares, estadios y torneos, clubes enteros si
hace falta, con los nombres de marcas comerciales que en muchas ocasiones ni
siquiera están relacionadas con el futbol.
Tomemos como ejemplo el torneo de clubes
más importante en Sudamérica, que de 10 años a la fecha ha intercalado 3 marcas
entre su nombre de pila y su ilustre apellido. Así, lo que antes simplemente se
llamaba Copa Libertadores hoy es la Copa Bridgestone Libertadores.
Lo mismo
pasa con dos de las ligas más importantes de Europa: la Premier League de
Inglaterra, cuyo nombre oficial comienza con el de un banco, y la liga de
España donde otra institución bancaria funge como el segundo
apelativo en un nombre compuesto, tipo José Antonio.
En Alemania pasa lo mismo con el estadio
más emblemático del Mundial 2006. Ubicado en Múnich y con capacidad para 70,000
espectadores, el recinto donde se celebraron 8 partidos de aquella Copa del Mundo y
que alberga al equipo campeón de la Champions League pudo haberse llamado de muchas
formas. Sólo que ninguna habría significado los 50 millones de Euros que una
compañía de seguros germana desembolsó para que llevara su nombre de aquí al
2025.
Y ni cómo evitarlo. Cada año los ratings
que genera el futbol aumentan casi tanto como los gastos que arroja el
mantenimiento de un estadio o la organización de una liga profesional, combinación
perfecta para que muchas marcas estén dispuestas a pagar los millones de
dólares que se necesiten para remodelar un recinto u organizar un torneo a gran
escala a cambio de que éstos lleven su nombre. No estamos nada lejos, pues, de que el
Estadio Jalisco, el Estadio Azteca y hasta el Nemesio Diez ofrezcan su apellido
materno al mejor postor.
¿Estadio Azteca Coca-Cola? ¿Estadio Jalisco Marinela? Suena espantoso, sí, pero no queda de otra más que irnos acostumbrando a ello.
2 comentarios:
Sólo faltó que lo remataras con "Comex, el color del futbol".
Pues ni tan lejos
¿Que tal Estadio Omnilife? Y ni como cambiarle hasta que el burro Vergara venda
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