Por:
Henri Martínez
Quien
visita el Museo del Fútbol, en Montevideo Uruguay, ubicado debajo de la Tribuna
Olímpica del Estadio Centenario, quizás se sienta un poco defraudado por las
sencillas instalaciones que albergan los trofeos de la selección uruguaya. Sin
embargo, en contraste con el modesto edificio, aquel visitante entendido de
fútbol se impresiona con el testimonio de una historia color
celeste, narrada a través de una nada despreciable cantidad de trofeos,
los cuales permanecen en las vitrinas como la prueba irrefutable de lo que
alguna vez ocurrió.
Y
hoy como ayer, volvió a ocurrir. La decimoquinta Copa América ya está en
territorio uruguayo, demostrando que el cuarto puesto en el Mundial no fue
casualidad y el resurgir de ese fútbol con una identidad propia que se ha
manifestado en el subcampeonato de la sub 17, el papel de la Sub 20 y el
constante protagonismo de sus equipos en las Copas Libertadores, ponen una vez
más bajo los reflectores del fútbol mundial a este ¨paisito¨ de poco
más de 3 millones de habitantes.
Tras
eliminar a Argentina, como en 1916 y 1987, Uruguay le ganó a una crecida
selección de Perú y aplastó a una débil Paraguay en un partido donde
Forlán igualó el record de su abuelo y de su padre, rompiendo con la sequía
luego de un año sin goles. Y tal cual como declaró en una entrevista reciente
para el periódico El País de Madrid, hoy vimos que no se le olvidó cómo se
grita un gol.
La
Copa América número 15, convierte a Uruguay en la selección más laureada de
Sudamérica y reivindica que la garra charrúa, esa que los periodistas se
encargaron de convertir en un lugar común, toma un verdadero sentido cuando se
traduce en un técnico que detecta un perfil adecuado de jugadores talentosos,
sí, pero también capaces de entender que la tenacidad, el esfuerzo y la
actitud, ganan partidos y campeonatos.
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