Juego en dos de los mejores cuadros del planeta: Los Miércoles en el Arsenal y en Barça los fines de semana. ¿Qué tal eh? En ninguno de los dos existe algún talento que a la hora del partido merezca decir, “pido ser Henry”, o Ett'o, Fábregas, Messi. Pero abundamos los Puyoles. Ya se sabe, jugadores algo limitados que suplen la genialidad con garra desbordada. Hay uno que otro que sabe cómo hacer la gambeta y de vez en cuando meter gol desde fuera del área. Pero nada más. Tal vez si tuviéramos 10 años menos, sobretodo en el equipo de mitad de semana; si antes de cada partido no tuviéramos que embadurnarnos medio frasco de Iodex en cada pierna; si nuestros uniformes fueran más parecidos al del equipo en cuestión (en Arsenal usamos short negro y camisa blanca, la que sea, por lo cual no es raro encontrar en la misma alineación un jersey del Madrid, de Inglaterra y el de visitante de Italia. Yo sigo jugando con el de Vélez); si nos juntáramos a entrenar al menos una vez por semana. Entonces no estaríamos a punto de quedar descalificados por equipos con nombres tan ridículos como “Segundo Esfuerzo”, “Roma Cuica”, o “Los Pibes”.
Me despido con esta foto del domingo pasado. El marcador estaba 5-2 en contra. Dos jugadores habíamos salido por lesión y el cielo se nos venía encima. Pero nadie se rajó, fieles como siempre a la frase de Galeano:
“Ganamos, perdimos, pero nos divertimos”.
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