Holanda Campeón '78

Por: Marco Dávila / Editor

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En 1978 Argentina celebró el Mundial de futbol. La final la disputaron el equipo local y Holanda el 25 de junio. Hasta los que no dan una en futbol saben que Argentina ganó el campeonato. ¿El marcador? 3-1. Lo que pocos recordamos, acaso porque entonces éramos apenas unos pibitos, es que un minuto antes de jugar los tiempos extra el 12 holandés estrelló un balón en el poste. Si éste hubiera entrado la historia sería más o menos así:

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Buenos Aires, 26 de Junio, 1978. Esto. Enviado Especial.

Hace un frío gélido en Buenos Aires. Las calles lucen vacías, los comercios están cerrados y las caras sombrías de los pocos porteños a la vista hacen sentir que la baja temperatura no se irá jamás. No después de lo de ayer. No después de haber recibido un gol de último minuto que dejó la Copa del Mundo en manos de Holanda. Y qué gol.

No será recordado como una típica anotación de la “Naranja Mecánica”: tic, tac, el balón pasa por dos defensas, tac, tac, el líbero ahora convertido en extremo hace una rápida pared con el medio volante que hasta hace un momento era delantero y ¡pum!, el wing que ahora es 10 lo guarda en el ángulo con un zurdazo. No señor, el gol no fue así. Fue de casualidad, de milagro. Pero vale más que todas las anotaciones del Mundial porque decidió el campeonato. Si no lo vio se lo cuento.

A un minuto para el alargue, cuando Menotti encendió el penúltimo cigarrillo del paquete, un balonazo inofensivo picó en el extremo izquierdo del área. La defensa gaucha se quedó parada más no así Rob Rensenbrink, quien entró sin marca y ya cerca de la línea de meta golpeó suavemente el balón para darle a Holanda su primer campeonato.

¿De dónde salieron estos hombres de camisa naranja? ¿Dónde aprendieron a jugar un futbol que hace ver lento a Brasil y obsoleto a Italia? No fue en los barrios bravos, que allá en Holanda lo menos que hay es pobreza. Tampoco en las entrañas de la necesidad, pues los niños allá desayunan jamón y cenan leche de vaca. Quizá fue la lejanía la que los hizo interpretar el juego de una forma nunca antes vista. Ellos lo llaman futbol, sin apellido y sin nada. Pero en el Centro Internacional de Prensa, en los cafés de la Florida y en las tapas de todos los diarios lo llaman “futbol total”, vaya usted a saber si semejante término pasará a la historia. Como seguramente sí lo hará el término con el que Víctor Hugo Morales ha bautizado la catástrofe de ayer: “Monumentalazo”.

De nada valieron las 100,000 gargantas en la tribuna, ni los gritos de Menotti desde la banca. De nada los 6 goles contra Perú, el asedio constante a la portería de Holanda ni los festejos organizados por la junta militar. El árbitro hizo sonar su silbato y despertó a millones de argentinos que con las manos vacías tendrán que salir a trabajar el día de hoy igual que lo hicieron hace un año. No hay Copa del Mundo en las Vitrinas ni camión descubierto con la albiceleste paseando por la nueve de Julio. Lo único que sí hay es una gran, una profunda, una desgarradora tristeza.