7 abr 2009

Aprendizajes



Autor: Gabriel Rodríguez

Es bien poquito lo que le he aprendido a la vida pero una de las lecciones más importantes me la dio el delantero italiano Roberto Baggio. Fue el primer jugador al que yo valoré como un lejano desconocido de quien deseas poseer su talento y apellido. O por lo menos su colita característica. O ya de perdida una camiseta con su nombre en la espalda.

Baggio falló el penal importante. Aconteció el fútbol. Aprendí que la historia del futbol es una historia del sufrimiento.

Yo tenía 18 años. Iba a la escuela a hacer los exámenes finales y me regresaba a ver dos veces cada juego del mundial, veía Los Supercampeones y jugaba el Internacional Super Star Soccer de Nintendo, coleccionaba mi álbum de estampas: la vida era el holograma de la selección Croata. La mejor etapa de mi vida.

Luego uno tiende a enamorarse o acumular dinero. Algunas veces las dos. Por eso me deprime en serio ver que cada vez le gusta menos el futbol a los jóvenes. Yo sí seguí viendo futbol, me hice de un equipo y no planeo soltarlo. Obsesivamente acudo quincenalmente a presenciarlos perder o empatar o ganar.

He metido un par de goles y de repente todo cobró sentido. Goles para el olvido, goles que no marcan diferencia alguna, goles anotados en porterías cuyos postes son dos sudaderas hechas bola.

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La vida se mide por mundiales

Autor: Gabriel Rodríguez.

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