Por: Emiliano La Pointe Pineda
La Copa Mundial FIFA que cada cuatro años es entregada al capitán de la mejor selección del orbe, quien primero la besa y después la levanta al cielo en señal de triunfo, fue disputada por vez primera en el certamen de Alemania 1974.
Estamos a sólo unas horas de
que arranque la edición número once del torneo que corona al vencedor con la
hermosa pieza que el italiano Silvio Gazzaniga esculpió, y por eso el presente recuento
de nombres y datos considera solamente las 10 celebraciones anteriores,
prescindiendo de las hazañas y legendarias historias que, entre 1930 y 1970,
acompañaron a la Copa Jules Rimet.
Hasta el momento seis equipos han
conseguido el derecho de festejar con la Copa Mundial FIFA en sus manos, se
trata de Alemania, Argentina, Italia, Brasil, Francia y España. Y aunque
pamperos, teutones, cariocas y bambinos han conseguido el título en dos
ocasiones, ninguno de ellos logró refrendar su condición como monarca absoluto.
De hecho solamente dos
conjuntos han logrado llegar a la última instancia para intentar retener lo conseguido.
El Brasil de Romario y Bebeto conquistó la gloria en Estados Unidos 94, sin
embargo la dupla Ronaldo-Bebeto no repitió la hazaña y cedieron su lugar al
primer representativo multicultural de Francia.
Además está el caso peculiar de
los gauchos, que junto con los bávaros, protagonizaron la que hasta ahora es la
única final que se ha repetido en la historia moderna de los mundiales.
Argentina, que de la mano de
Maradona tocó el cielo en el Estadio Azteca, se volvía a encontrar a Rudi
Völler y compañía. Aquel partido celebrado en Roma fue demasiado intenso, tanto
que se necesitó de un penal muy polémico para que se anotara el tanto que evitó
que la Copa emprendiera el vuelo de regreso hacia América.
Por otro lado están los
subcampeones, ese título maldito que implica ser una de las dos mejores
escuadras, pero no la suprema. Sin embargo, son tres los conjuntos que, después
de ver como celebraban los de enfrente, han mantenido un nivel lo
suficientemente bueno para volver a llegar al séptimo partido. De hecho, dos de
ellos ya han sido mencionados, Alemania y Brasil.
Los primeros fueron, en 1986, el
último escalón con el que Maradona culminó su ascenso al Olimpo, pero en la
edición de Italia destronaron a la albiceleste y de paso diluyeron el sueño del
tricampeonato pampero. Asimismo, los amazónicos fueron comandados nuevamente
por Ronaldo, ahora en tal plenitud que llevo a la verde amarela a conseguir en tierras asiáticas lo que cuatro años
antes les había sido negado en la ciudad luz.
Sin embargo, no todos los
regresos de los virreyes a la final han concluido con su llegada al trono, y
para muestra está el caso de los holandeses, que a pesar del legendario estilo
de juego que Rinus Michels les dio en 1974, su selección cayó en el último
compromiso ante los anfitriones, situación que se repetiría cuatro años más
tarde, cuando volvieron a ser derrotados por el país sede del que, hasta ahora,
ha sido el último mundial celebrado en Sudamérica.
Si bien es cierto que lo bonito
de este deporte es que da muchas sorpresas, también es verdad que los números y
las estadísticas juegan, tanto así que está demostrado que ser campeón es un
lastre que normalmente, más tarde que temprano, le cobra factura al conjunto
que defiende su título.
“Pelusa” y “el Fenómeno” son
dos grandes cracks latinoamericanos que después de haber saboreado las mieles
del triunfo sufrieron la pena de la derrota, pero al menos lo hicieron con la
cara en alto, plantándose de frente ante aquel que les arrebató la corona.
Por otra parte tenemos a otros
dos grandes emblemas del fútbol europeo, Zidane y Cannavaro, quienes habiendo
sido fundamentales en sus conquistas de 1998 y 2006 respectivamente, también se
vieron impotentes cuando los barcos que capitaneaban se hundieron
prematuramente en latitudes asiáticas y africanas. A la hora de refrendar su
título, ninguno de los dos equipos fue la sombra de aquellos que habían
deslumbrado en el ciclo inmediato anterior.
Azul, ¡vaya maldito color! Los bleus terminaron en la posición 28 de
Corea-Japón 2002, mientras que la squadra
azzurri, en la 26 de Sudáfrica 2010. Ambos se quedaron en la fase de grupos
porque ni siquiera ganaron un solo encuentro. Mención aparte para los galos,
que en poco más de 270 minutos no fueron capaces de que su afición gritara BUT! (¡GOL!), con lo que su delantera se
rebajó al nivel de las de China y Arabia Saudita, conjuntos que tampoco
marcaron en aquella justa.
El panorama para el campeón no
lució mejor en las últimas dos competiciones, pues ninguno de los cuatro
finalistas, Francia e Italia en 2006, así como Holanda y España en 2010, jugaron
la final anterior.
Vale la pena resaltar que el último
conjunto que repitió final fue el carioca, al llegar a esa instancia en tres
ocasiones consecutivas, coronándose en 94, cayendo en 98, y finalmente su
reivindicación llegó en 2002.
Como lo marca la historia, el
subcampeón tiene más posibilidades de alzarse con la Copa que el propio monarca,
por eso no hay que perder de vista a los tulipanes, finalistas del torneo
pasado y herederos de una dinastía que ya sabe lo que es disputar el partido más
importante del mundo en dos ediciones seguidas.
La furia roja tiene una misión
difícil, pues los antecedentes no le favorecen, y si se añade que en nuestro
continente aún impera la Doctrina Monroe, que enuncia “América para los
americanos”, el objetivo luce aún más
complicado
Sin embargo hay que tomar en
cuenta que esta generación de futbolistas ibéricos, con sus títulos a nivel
selección, ha desafiado y vencido a su destino pesimista, obteniendo lo que
ninguna potencia del viejo continente ha logrado jamás, el trébol
Euro-Mundial-Euro.
En la madre patria están
conscientes de la gran responsabilidad que ahora cargan, por eso estoy seguro de que en este nuevo arribo a tierras
americanas, España intentará volver a cambiar la historia del mundo.
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