Por: Juan Francisco Santoyo
Quizá
sea la distancia, o algún otro factor; lo que es cierto es que es difícil
reconocer que existan –para mí- equipos más allá de la frontera que sean
capaces de producir cualquier sentimiento parecido a la “pasión”. En lo que
respecta a emociones, hay muchas ligas y competiciones que sigo de manera
constante, las cuales me han hecho vivir y presenciar sucesos gloriosos,
dramáticos e inolvidables. Dicho esto, es conveniente aclarar que no es ésta la
única clasificación o parámetro existente para poder lograr que un equipo foráneo
pueda tener tanta o mayor influencia en numerosos aficionados, como los equipos
de sus respectivas ligas locales. El buen juego, los nombres reconocidos, un
gran equipo o competiciones jugadas a tope son factor para que gente en
latitudes distantes los siga, los aliente y consuma su marca, sin importar
barreras tales como la diferencia entre husos horarios, por ejemplo.
Si
hay un equipo del que pueda afirmar “siento sus colores”, es de la Fiorentina
de Italia. Dentro de mi curiosidad futbolística, las ligas de España e Italia
fueron las primeras cuyo brillo internacional me llamó la atención. Desde niño,
junto a los resúmenes semanales de la liga mexicana, intentaba no perder
detalle de la Serie A o la ahora llamada “Liga BBVA” (en aquel entonces
simplemente “La liga”). Los equipos de ambas naciones poco a poco fueron
adquiriendo familiaridad, sus colores, estadios y figuras pasaron a ser parte
de mi realidad, de mi cotidianeidad; y también con el paso de las jornadas, el
aprecio hacia unos y el desprecio a otros fue consolidándose. Sin embargo, no
había ningún equipo capaz de hacerme vibrar, de lograr que me emocionara con
sus triunfos y que me dolieran sus fracasos… Eso hasta por ahí de 1999, más o
menos. En esa época madrugaba para ver los partidos de la Serie A, y me cautivó
el juego que los de Florencia practicaban, tanto así que durante las primeras
jornadas fueron líderes absolutos. ¿Y cómo no iban a serlo? si entre sus filas
estaban Francesco Toldo, futuro portero del Inter y de la selección; Tomas
Repka, auténtico líder checo en la zaga; Moreno Torricceli, conduciendo los
hilos del medio campo junto a Angelo Di Livio (quien prefirió jugar en tercera
cuando el club fue relegado ahí por problemas financieros) y Rui Costa (quien
más adelante sería símbolo del Milán); y qué decir de la delantera: Gabriel
Batistuta, Edmundo y Luis Airton Oliveira conformando un tridente ofensivo de
miedo; todos ellos conducidos por uno de los más prestigiados entrenadores
italianos: Giovanni Trapattoni. Gracias a esos nombres nunca caí presa del
delirio por ningún otro equipo del ‘país de la bota’; aún y cuando este
equipazo terminó por no ganar nada.
Cierto
es que la “viola” no las ha tenido consigo siempre: su palmarés es corto en
comparación con los grandes clubes de dicho país (dos scudettos en serie A, 6 copas Italia, una Supercopa, 1 Recopa
europea); además que me tocó vivir un momento muy amargo: su descenso en el
2002, aunado a su desaparición y la reaparición en la serie “C2”, sin duda
momentos muy difíciles… y qué decir del lastre derivado del “Calciopoli” del
2006, cuando el descenso administrativo de nueva cuenta fue una amenaza, que al
final culminó con una penalización y pérdida de puntos para la campaña
2006-2007, sin contar que no se pudo jugar la Champions League por lo mismo.
Pero aún así, siempre serán mi equipo europeo por antonomasia; no es de
extrañar que mi primer playera internacional fue precisamente su jersey de
visitante, esa famosa playera blanca con el logo de Nintendo.
En
fin… el Calcio habrá perdido muchos puntos para mí en los últimos años, podrá
ser una liga intrascendente y cuyo interés se ha vuelto nulo; mas no duden que,
cuando conozca Florencia, aunado a todos los lugares de interés cultural,
estará la parada obligada en el Artemio Franchi.
1 comentario:
Pues ya somos dos. Empecé a irle a la Fiore en 1991, y todo porque tuve la suerte de estar en Florencia durante la presentación de "Batigol". Si mal no recuerdo todavía tengo algunas fotos que tomé en la plaza donde montaron el estrado, frente a la iglesia de la Santa Crocce. Lo que sí no voy a olvidar es la forma en que la gente recibió a Batistuta. Ah, qué tiempos aquellos...
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