DEL SORTEO A LA FINAL.

El famoso quinto partido se ha convertido en una peligrosa obsesión nacional. En todas partes se habla de él como si fuera un derecho adquirido; como si se tratara de la tierra prometida que acabará con toda la miseria que nos rodea. Y por favor, sólo es un partido de cuartos de final. Ahí no se encuentra el destrabe a nuestra crisis económica, ni al bajo nivel educativo o el problema del narco. Llegar a ese partido incluso superando a Argentina no nos hará un mejor país. Al día siguiente el arroz, los frijoles y la cerveza tendrán el mismo precio; López Obrador seguirá existiendo lo mismo que Elba Esther, el Partido Verde, el PAN y toda su mojigatería, el PRI-PRD y toda su corrupción, México y todas sus cosas buenas y malas.

Se entiende que en una época tan difícil como esta nos encontremos urgidos de triunfos que mantengan a flote la moral de una sociedad cada vez más decepcionada. Pero usar al equipo mexicano como bote salvavidas nos hundirá a civiles y jugadores. Pocas selecciones pueden cargar con una responsabilidad tan pesada y nosotros no somos una de ellas. Por eso ahora que ya conocemos la ruta crítica para llegar al tan laureado quinto juego más vale que nuestros pasos no nos hagan tropezar. A pesar de lo que digan los autómatas de Televisa y TvAzteca el nuestro no es un grupo fácil, así como tampoco lo es terminar entre los ocho mejores equipos del Mundial.

Lo único que podemos pedirle a la selección es que salga a la cancha sin miedo. Que los jugadores de verde se atrevan al túnel y la gambeta, la pared, la “cuautemiña” y la tijera. Es preferible quedar en doceavo lugar con un futbol que arranque aplausos, a terminar en sexto con uno que provoque bostezos.

Será por eso que muchos añoramos a Dinamarca del 86 (décimo lugar)  y nadie a Grecia del 2004 (campeón de la Eurocopa).

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“Nombre, si yo siempre le he ido al Cruz Azul”.

¿En serio? ¿Y dónde estabas en los partidos semivacíos del Estadio Azul cuando se alcanzaban a escuchar los gritos de las dos bancas?

Es fácil irle a un equipo recién llegado a la final. Si gana quedas como un chingón y si pierde pues a quién le importa. Al fin y al cabo en el clóset de los indecisos siempre hay un par de camisetas extra. Hoy es la de Cruz Azul; mañana la de Pumas o Veracruz. Qué tipos. Que hagan lo que les plazca con su fidelidad, pero que por favor no acaparen todas las entradas.  En el ya de por sí pequeño Estadio Azul los 35 mil lugares le pertenecen al seguidor cementero que desde siempre se la raja. Yo conozco a varios que cada dos Sábados cubren la ruta Villamelón-Puerta 7 aunque su equipo vaya en último lugar de la tabla. Para ellos debe ser este título; para ellos la borrachera.

A no ser que Monterrey diga otra cosa. Es uno de los dos equipos con la mejor afición de México (el otro es Tigres), y por fin su futbol está al mismo nivel de su fanaticada. Suazo juega tan bien como lo hace en “La Roja”, Aldo de Nigris tiene un pacto con San Pedro y Orozco se ha empeñado en poner en duda los nombres de Ochoa y Corona.

Soy de Satélite. Pero si tuviera que apostar una lana la pondría por los de la Sultana.