Otra vez no, Cruz Azul

Por: Marco Dávila / Editor

Se me ocurren dos: Dalila y Madame Bovary.

De ahí en fuera hay pocas novias más ingratas que Cruz Azul. Pregúntenle a sus aficionados que se cuentan por millones en este país; a todas las personas que cada quince días compran una entrada para el Estadio Azul; a las porristas de boinita roja. Cada torneo el equipo de sus amores los infla de ilusiones y al final les rompe el corazón. Seguidores leales hasta la muerte, los aficionados cementeros se han convertido en el novio plantado en el altar.

La última vez que la Máquina cumplió lo prometido, existía Siempre en Domingo. Zague, Campos, Luis García y Galindo todavía jugaban. Palencia era un jovenazo. Hermosillo estaba lejos del retiro. Necaxa era un rival temible y los Potros de Hierro tenían su casa en el Azteca. 

El uniforme de los cementeros era FILA; Rafael Márquez era el nombre de un púber en las fuerzas básicas del Atlas; Giovanni y Vela tenían 6 años. López Obrador era el nombre de un oscuro tabasqueño, Fox el gobernador de Guanajuato y Titanic la Película más taquillera.

Han pasado 15 años de ese título. 15 años en los cuales la única constante de Cruz Azul ha sido cambiar del celeste al gris cuando llega el momento de la verdad. No bastan sus tres subcampeonatos ni los chispazos que alguna vez regaló el “Chelito” Delgado. La afición celeste quiere un campeonato, y lo quiere ya. 

Se vale soñar si eres cementero. Pero procura que la ilusión no te haga caer en el mismo error de todos los torneos: descorchar la botella antes que tu equipo levante el trofeo.